Karol Nawrocki la noche de las elecciones en Varsovia, Polonia.
CNN  — 

Un historiador y agitador populista que alardeaba de sus peleas con barras brava de fútbol ganó por un estrecho margen las elecciones presidenciales de Polonia, en un vuelco político que podría frustrar los esfuerzos del gobierno centrista por deshacer el legado del autoritarismo en el país.

Karol Nawrocki, el candidato alineado con el partido populista de derechas polaco Ley y Justicia (PiS), obtuvo el 50,89 % de los votos, derrotando al alcalde liberal de Varsovia, Rafał Trzaskowski —durante mucho tiempo el favorito para ganar—, en una segunda vuelta cara a cara.

El resultado prolonga los 10 años de ocupación del palacio presidencial que ya lleva el PiS y podría suponer un desastre para el primer ministro Donald Tusk, cuya promesa de borrar las huellas del PiS de las asediadas instituciones polacas le llevó a enfrentarse repetidamente con el presidente saliente, Andrzej Duda.

Nawrocki es un defensor del presidente Donald Trump y visitó la Casa Blanca en las semanas previas a las elecciones. No fue el favorito durante toda la campaña, pero quedó en segundo lugar, por detrás de Trzaskowski, en la primera vuelta de las elecciones, hace dos semanas, tras sobrevivir a una serie de noticias perjudiciales sobre su pasado. Recibió el apoyo tardío del candidato de extrema derecha que quedó en tercer lugar.

El historiador de 42 años podrá ejercer ahora el poderoso veto presidencial, que Duda utilizaba con frecuencia para frustrar la agenda de Tusk. La Unión Europea ha recurrido a Tusk para contrarrestar los efectos del populismo en la democracia, pero la victoria de Nawrocki no formaba parte del plan.

Aunque los candidatos presidenciales polacos suelen presentarse a título individual, en lugar de como representantes de un partido, sus afiliaciones apenas se ocultan, y cada uno de los principales partidos históricamente respalda a un candidato y hace campaña por él.

Tusk desbancó al PiS del gobierno en unas reñidas elecciones parlamentarias en 2023, pero la victoria de Nawrocki le niega el camino abierto para deshacer por completo la transformación del Estado polaco supervisada por el PiS durante una etapa de ocho años de gobierno.

Un pasado intrincado

Nawrocki es un político primerizo que ha dirigido dos influyentes organismos culturales en Polonia: el Museo de la Segunda Guerra Mundial de Gdansk y, posteriormente, el Instituto de la Memoria Nacional, un centro de investigación financiado por el Estado cuyo propósito se politizó cada vez más a medida que el PiS adoptaba un enfoque nacionalista para narrar la historia polaca.

Dirigió una campaña que aparentemente se mantuvo a la defensiva. Los escándalos sobre su presunto uso de un apartamento en Gdansk como segunda residencia y sus supuestos vínculos con los bajos fondos de la ciudad portuaria del norte del país persiguieron su candidatura. En marzo, se supo incluso que había aparecido en un programa de televisión, disfrazado y con la cara desenfocada, para elogiar su propio libro.

Y ante las acusaciones de que había participado en peleas organizadas entre hinchas de fútbol rivales —conocidas en Polonia como ustawka o “montaje”— Nawrocki trató de utilizar las revelaciones a su favor, describiendo los enfrentamientos como “nobles”, según TVN24, afiliada de CNN.

Durante la campaña, hizo hincapié en su fe católica, se comprometió a reducir la inmigración y criticó duramente a Bruselas y a Tusk. Recibió una oleada tardía de apoyo de los asistentes a la Conferencia de Acción Política Conservadora (AC), que celebró su primera reunión en Polonia la semana pasada, consolidando una convergencia de años entre los movimientos de derecha populista de Polonia y Estados Unidos.

La victoria de Nawrocki parecía improbable hasta la primera vuelta de las elecciones, celebrada hace dos semanas, en la que quedó muy por detrás de Trzaskowski y que reveló un apoyo mayor del esperado para una serie de figuras de extrema derecha y ultraderecha, algunas de las cuales declararon posteriormente que votarían a Nawrocki.

El resultado es el peor escenario posible para el Gobierno de Tusk, que fue elegido tras ocho años tóxicos en la política polaca, pero que en los últimos meses se ha esforzado por cumplir su ambiciosa agenda.

Tusk esperaba que una presidencia de Trzaskowski eliminara el último gran obstáculo a sus esfuerzos por renovar la independencia del poder judicial, los medios de comunicación y los organismos culturales de Polonia.

En lugar de ello, el resultado sienta las bases para una nueva ronda de enfrentamientos entre el presidente y el primer ministro de Polonia. Se espera que Nawrocki siga el modelo establecido por Duda, que bloqueó varios intentos de Tusk de deshacer las reformas judiciales del PiS y paralizó los avances en los proyectos de ley relacionados con los delitos de odio y el a la anticoncepción, ya fuera vetándolos o enviándolos a un punto muerto legal.

Y, esencialmente, acaba con cualquier posibilidad de que se elimine la prohibición casi total del aborto y la prohibición de las uniones civiles entre personas del mismo sexo. Tusk había prometido suavizar ambas prohibiciones, pero cuentan con el apoyo de algunos de los legisladores socialmente más conservadores que sostienen su gobierno, y la amenaza de un veto presidencial probablemente haga inútil cualquier esfuerzo de persuasión.